Un miércoles en casa de Plinio
Llegado el mes de Poseideón ¿Qué mortal o inmortal tiene la osadía de despreciar una cena en casa del joven Plinio? ¿Y si está sabiamente aderezada con especias planetarias? Tal vez aquella legión se perdió buscándolas en el oriente más lejano… o fueron ellas la causa del desvanecimiento de la IX Legio Hispana más allá del muro de Adriano. En el Olimpo sabemos qué agradablemente colloquamur en compañía de Plinio sobre todo lo humano y lo divino, incluido el mitológico calendario Pirelli.
En la última ocasión en la que fuimos invitados a su domus, Plinio nos recibió en el ELEX-Vestibulum. Al poco, degustando sus tiernas lechugas, Erato compuso un poema sobre la muerte de Horacio y el magister Lluís reflexionó sobre el “carpe diem”; luego mientras esperábamos que la sopa de caracoles dejara de humear, Ceres nos narró ciertas curiosidades sobre los animalia invertebrata… A continuación Neptuno alabó la calidad de las albóndigas de almejas hábilmente aderezadas con los documentos descargables del CASC… Cuando ya el aroma de los filetes de cordero inundaba la estancia, Atenea, con una magnífica pronunciación griega, nos alertó del peligro de las clásicas en Gallaecia…
Y del vino que acompañaba tan suculentos manjares, basten las palabras de mi estimado Baco: “¡Por la Estige, que tu cellarius ha sabido mezclar acertadamente el vino y la pez!”
Mientras departíamos distendidamente y Apolo daba cuenta de los próximos Juegos Olímpicos Emeritenses, Marte alzó su copa y brindó por su mejor progenie, por Rómulo y Remo, padres de tan esplendido pueblo…
Ya degustábamos el dulce pastel de membrillo, cuando Diana nos anunció una nueva versión latina de clásicos griegos… mientras Hades murmuraba algo sobre escuchar con los ojos de los muertos…
Para el final, justo antes de una divertida representación del juicio de Paris, nuestro querido Plinio había dejado el anuncio de nuevas elecciones, para las que había preparado un ilustrativo manual…
Como podéis ver ¿quién sin tener mala conciencia habría osado renunciar a todo esto por unas bailarinas gaditanas? ¡Hermes, desde luego que no!
En la última ocasión en la que fuimos invitados a su domus, Plinio nos recibió en el ELEX-Vestibulum. Al poco, degustando sus tiernas lechugas, Erato compuso un poema sobre la muerte de Horacio y el magister Lluís reflexionó sobre el “carpe diem”; luego mientras esperábamos que la sopa de caracoles dejara de humear, Ceres nos narró ciertas curiosidades sobre los animalia invertebrata… A continuación Neptuno alabó la calidad de las albóndigas de almejas hábilmente aderezadas con los documentos descargables del CASC… Cuando ya el aroma de los filetes de cordero inundaba la estancia, Atenea, con una magnífica pronunciación griega, nos alertó del peligro de las clásicas en Gallaecia…
Y del vino que acompañaba tan suculentos manjares, basten las palabras de mi estimado Baco: “¡Por la Estige, que tu cellarius ha sabido mezclar acertadamente el vino y la pez!”
Mientras departíamos distendidamente y Apolo daba cuenta de los próximos Juegos Olímpicos Emeritenses, Marte alzó su copa y brindó por su mejor progenie, por Rómulo y Remo, padres de tan esplendido pueblo…
Ya degustábamos el dulce pastel de membrillo, cuando Diana nos anunció una nueva versión latina de clásicos griegos… mientras Hades murmuraba algo sobre escuchar con los ojos de los muertos…
Para el final, justo antes de una divertida representación del juicio de Paris, nuestro querido Plinio había dejado el anuncio de nuevas elecciones, para las que había preparado un ilustrativo manual…
Como podéis ver ¿quién sin tener mala conciencia habría osado renunciar a todo esto por unas bailarinas gaditanas? ¡Hermes, desde luego que no!
1 comentarios:
Muchas gracias por alegrarnos siempre los miércoles. Por cierto, ¡qué cena!, ¡qué delicias! Ya me hubiera gustado a mí estar invitado... pero, claro, yo sólo soy un humilde mortal. Un abrazo.
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